He conocido a través de mi vida personas que tienen en su corazón aquella chispa Divina que las lleva a ser únicas, y han decidido dejar de vivir sus vidas pensando en el tener y se han centrado en SER, para convertirse en seres que dan lo mejor que está en sus corazones. Para mi, ese tipo de persona, es lo que considero un verdadero héroe, ya que siempre está dando lo mejor de sí e inspirando a los demás.
Soledad era una anciana que vendía empanadas con ají, en una pequeña canasta, al frente de la universidad donde yo estudiaba. Tenía la piel resquebrajada por el sol y el rostro surcado por los años y el sufrimiento. Aún recuerdo aquella tarde cuando la conocí. Desde ese día nos hicimos amigos y conversábamos frecuentemente. En sus ojos se percibía una gran tristeza y con el tiempo logré entender a qué se debía. Ella siempre corrió en contra del tiempo, tuvo todo lo que quiso; pero por ese afán de tener y tener no disfrutó a sus verdaderos amigos, ni tuvo tiempo para su familia. Su sueño desde niña era ser adulta para ayudar a los más necesitados; planeó su vida alrededor de esta idea, pero el tiempo fue pasando y siempre existió un pretexto para no emprenderla. Toda su vida se la pasó diciendo lo mismo y tomando las mismas decisiones, pero nada cambió. Ella se dedicó a atesorar posesiones materiales y dejó de lado incluso a su familia. Pero sorpresivamente un día perdió absolutamente todo lo que había conseguido; además todo el mundo le dio la espalda y se quedó sola.
Me decía que siempre vivió en una incertidumbre total y en un vacío espiritual que no podía llenar al no dedicar su vida al servicio, algo que realmente enriquecía su espíritu y hacía vibrar su corazón. Por eso, finalmente, un día decidió separar los problemas reales de los imaginarios, y eliminar los últimos porque eran una pérdida de tiempo y ocupaban mucho espacio en su mente y en su corazón. Cuando yo la conocí, a pesar de no tener grandes posesiones materiales, ella se sentía feliz de ser una sencilla vendedora de empanadas que permanecía en la calle sirviendo a los demás.
Cuando la voz del corazón nos alerta contra la insensibilidad y la apatía, y no la escuchamos ni actuamos, sentimos una frustración cada vez más fuerte, hasta llegar a un gran vacío espiritual que no podemos explicar. A veces reaccionamos ante el dolor, nos damos cuenta de que podemos hacer algo y tiramos unos cuantos pesos, unas cuantas cosas viejas o nuevas, y después no queremos comprometernos.
Si realmente quieres vivir en el amor y en el dar, debes tener en cuenta que:
Recuerda que la caridad empieza por casa. Muchas veces una sonrisa, una llamada por teléfono, una visita corta, una tarjeta de agradecimiento o una invitación, pueden proporcionar un poco de la alegría que una persona necesita.
Actúa hoy para que cuando pase el tiempo y se acerquen tus últimos días, no te arrepientas de lo que has dejado de hacer . Envejecer es obligatorio pero crecer es opcional.