"Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino al amor y a la vida. El miedo con todo su poder, no puede vencer ni detener a la muerte, pero sí puede detener el flujo de la vida que nos conduce a la paz interior”.
Nos han enseñado a buscar el amor y la felicidad en cosas externas, superficiales y pasajeras, y cuando sentimos que esas cosas se nos van y no podemos tenerlas, le damos la oportunidad al apego de que sea nuestro verdugo, nos maltrate y deteriore nuestra vida. En ese momento, el miedo se apodera de nosotros, ya que creemos que no podemos ser felices sin esas cosas. Por tanto, si enfrentamos nuestros miedos y los eliminamos, destruiremos las raíces de las cuales se nutre y se fortalece el apego.
Lo que tenemos que hacer, es aprender a amarnos, querernos y respetarnos a nosotros mismos, y a encontrar el amor en lo que hacemos; entre más nos queramos a nosotros mismos, el miedo más se alejará. Siempre tendremos dos opciones cuando sentimos miedo: ser cobardes o valientes. Tanto el cobarde como el valiente, tienen que sentir esa emoción natural e instantánea que es el miedo. La diferencia es que el cobarde le da rienda suelta al miedo, haciendo que lo paralice o que huya de la realidad o del problema, destruyendo así, las raíces internas de su seguridad y nublándole el entendimiento; en cambio al valiente, ese miedo le sirve como un propulsor para seguir adelante y vencer el miedo, haciendo que en su corazón renazca la semilla de la confianza y la seguridad. El miedo es tan irreal, como un fantasma; que no existe, pero te asusta.
Una gran cantidad de mujeres viven la mayoría del tiempo en el miedo, ya que su felicidad depende totalmente del exterior. Viven pendientes de cómo se ven las demás mujeres, y sienten envidia, rabia o se angustian, al compararse y no verse como ellas; tienen miedo de no verse como quisieran, miedo a engordar, miedo a envejecer, miedo a no relacionarse bien, miedo a no triunfar y no tener éxito, etc, y por esta razón muchas veces toman decisiones de alto riesgo, de las que más tarde se van a arrepentir. Todo esto las lleva a una quejadera constante, debido a su inconformismo, que parece que les causara un placer enfermizo, adictivo y angustiante. Esta queja constante es el fiel reflejo de ese vacío interior que pretenden llenar con todos los brillos del exterior, y lo que muchas desconocen, es que tratar de llenar ese vacío con cosas del exterior, es como querer llenar una caneca que está rota en el fondo; entre más agua le eches, más se riega.
Por esta razón, si hoy estás pensando realizar algún cambio en tu apariencia física, si quieres hacerte alguna cirugía o tratamiento invasivo para verte mejor, piénsalo muy bien. Analiza profundamente si lo estás haciendo porque realmente lo estás necesitando, o si simplemente lo haces para ser aceptada en un grupo, para subir tu auto estima que está golpeada, para complacer el antojo o el capricho que tiene otra persona de verte de determinada manera o simplemente porque te han despreciado o dicho que estás gorda, fea, arrugada, acabada, etc.
Muchas veces lo que para muchos son defectos, para la persona que comienza a quererse y a reirse de sí misma, esos defectos se convierten en sus cualidades y fortalezas, e inmediatamente eso que no le gustaba de ella, comienza a ser parte misma de su naturalidad y autenticidad como ser humano.
Es importante entonces, que antes de tomar cualquier decisión apresurada y riesgosa, con calma y en silencio, vayas a tu sitio sagrado que está en tu corazón; reflexiona y cuestiónate, porqué quieres arriesgar tu vida o tu calidad de vida por verte mejor, ya que siempre habrá una amenaza latente, en la que se camufla sutilmente el miedo y que puede terminar en un desastre, una pérdida o un gran fracaso. Por eso, analiza si el riesgo que vas a tomar es necesario, y pon en la balanza, si ese riesgo que vas a correr es proporcional al beneficio y al bienestar que vas a obtener. Y por último, es importante dudar, procesar y decantar, antes de actuar apresuradamente.