A finales de los años 70, al terminar mis estudios, comencé a trabajar en Colombia y Venezuela, con una multinacional petrolera. Tenía que supervisar la adquisición de datos sísmicos en lugares, generalmente selváticos y vírgenes, donde vivían comunidades de muy bajos recursos económicos. En contraste con esto, me impactaba ver como alrededor del mundo petrolero se veía tanta ostentación y riqueza, con todos aquellos helicópteros, trailers gigantescos, equipos sofisticados, buffets y reuniones sociales que se tenían en nuestros campamentos privados, donde parecía no existir un límite en el derroche de dinero, ya que estábamos en la bonanza petrolera. Esto era como estar en un oasis en medio del desierto.
Poco a poco, fui viendo y comparando la diferencia en la forma de vida nuestra y de las personas que vivían a nuestro alrededor en aldeas cercanas o pueblos. Comencé a ver que ellos reciclaban todo lo que nosotros desechábamos y botábamos; recogían la comida que sobraba, medicamentos vencidos, revistas, repuestos dañados, etc. Observaba cómo fácilmente podían morir en sus casas por falta de dinero, para poderse transportar hasta el hospital más cercano. Y veía como mientras que nosotros teníamos un trabajo bien remunerado y vivíamos cómodamente, ellos se aglomeraban alrededor de nuestros campamentos días y semanas enteras, formando una malla humana que obstaculizaba la entrada, esperando cualquier oportunidad de trabajo, así fuera temporal.
Todos estos contrastes me sacudían interiormente y me inspiraron a buscar soluciones. Fue así, como fui logrando convencer a los directivos de la compañía, de la importancia de dar sin esperar recibir nada a cambio. Les hice ver y sentir que en nuestras manos estaba el poder para ayudar a estas personas, y que teníamos todos los medios para así hacerlo. Kirk Girouard, Gerente general de Western Geophysical de esa época, con su gran corazón, inteligencia y visión, apoyó esta iniciativa, por lo que comenzamos a crear una red de apoyo, que comenzó a expandirse y contagió los corazones de la mayoría de los integrantes de nuestro equipo de trabajo. Cada uno de los que se involucró en el proyecto, trabajó motivado por el amor a los demás. Esta idea comenzó en Maracaibo, Venezuela y se replicó después a Colombia y otros países de América. Comenzamos entonces, a trabajar con las comunidades, bajo la filosofía de no dar el pescado, sino enseñar a pescar, dándoles máquinas de coser y materiales para que ellos pudieran hacer los uniformes y la lencería que necesitábamos nosotros; a los maestros de las escuelas les comenzamos a colaborar, dándoles material necesario para sus alumnos y mejorando la infraestructura; realizamos campañas médicas para nutrir y prevenir las enfermedades, ya que en esa época la malaria, el paludismo, la hepatitis, entre otras eran prácticamente mortales; empezamos a hacer pequeñas microempresas y cooperativas para que nos suministraran los insumos que necesitábamos en nuestros campamentos; trabajábamos con los centros de salud en programas de nutrición y complementábamos los tratamientos médicos con acupuntura y sanación pránica (ya que esto la había aprendido en Europa y oriente).
Esta experiencia fue inolvidable, tocó muchos corazones, no solo de quienes recibían la ayuda, sino de todos los que la dábamos y nos dejó una gran satisfacción. Lo que más nos sorprendió fue que aumentó la producción, bajaron los costos y todos fuimos recompensados.
Por eso, a día de hoy cuando participo como ponente en congresos de alta gerencia, liderazgo y valores, y me preguntan respecto a la responsabilidad social empresarial, siempre les contesto, que más que responsabilidad, lo que las empresas deben tener es conciencia social empresarial, ya que la responsabilidad es una actitud impuesta, postiza y temporal mientras la consciencia cuando se despierta, es natural, permanente, nace desde el corazón y fluye libremente.
Por esto, considero que para hablar de una verdadera responsabilidad social empresarial, debemos comenzar por cambiar el concepto que tenemos de ella y empezar a mirarla desde otra perspectiva.
Los accionistas, presidentes y gerentes de las compañías deben tratar de abrir sus mentes y así poder comenzar a ver la responsabilidad social, más que como una estrategia empresarial, como un principio fundamental de las empresas, ya que ésta generalmente es utilizada como herramienta para satisfacer intereses particulares camuflados en una falsa bondad, que les va a traer beneficios económicos y publicitarios. Cuando la responsabilidad social es parte de un principio de la compañía, cada decisión que se tome respecto a este tema, nacerá desde el corazón de las cabezas de la compañía y así se podrán alinear los procesos productivos y comerciales con un fin social. Cuando existe este balance, se podrá beneficiar realmente a: Los empleados de la compañía; Comunidades, sociedades, fundaciones y ONG´s con las que la compañía se compromete y el medio ambiente.