A veces nos reímos de la inocencia, la capacidad de asombro y autenticidad de un niño y creemos que son tontos, sin darnos cuenta que muchas veces entre mas viejos estamos mas tontos nos ponemos, porque actuamos fingiendo y perdemos nuestra autenticidad tratando de impresionar y de ser como los demás. Solo nos asombra el poder, el prestigio, el dinero y la reputación. Enmascaramos el pasado y nos sentimos orgullosos de todas nuestras adquisiciones y conquistas.
A veces ignoramos y despreciamos la opinión de los más jóvenes, porque creemos tener siempre la razón.
En una ocasión viajaban en un avioneta un gran científico, un monje y un boy scout (niño explorador). De repente la avioneta empezó a perder altura y el ruido de los motores se incrementó. El piloto sale de su cabina totalmente angustiado y les dice a sus tres pasajeros:”Tuvimos una avería en el tanque de gasolina y la avioneta en máximo 5 minutos se estrellará. Lamentablemente solo hay tres paracaídas. Uno para mi que soy el piloto, y otros dos para que entre ustedes elijan quienes los usarán.” Rápidamente el científico, presa del miedo y la desesperación agarró el morralito y justificando su actuación les dijo: “Yo soy un científico y el mundo necesita de mi inteligencia y mi contribución. Por lo tanto yo merezco salvarme.” Abrió intempestivamente la puerta del avión y se tiró sin escuchar la opinión de los demás. Mientras tanto el monje reflejando una gran paz interior en su rostro, le dice al niño: “Yo soy un hombre viejo, ya viví lo que tenia que vivir. Estoy feliz porque ya realicé la misión a la que vine a este mundo, mientras que tu eres una criatura de Dios que hasta ahora está comenzando a vivir. Agarra tu paracaídas y sálvate.” El niño totalmente asombrado, abrió sus grandes ojos y le dice al monje: “ ¿Pero si quedan dos paracaídas, porque no utilizas el tuyo?” El monje sorprendido responde: “ ¿De que hablas?, ¿Acaso no ves que el científico ya utilizó el otro paracaídas y solo queda uno? El niño sonriendo le contesta: “El científico en medio de la confusión y de su egoísmo por salvarse, agarró sin darse cuenta mi morralito en lugar del paracaídas, se lo puso en la espalda y se tiró con él sin escuchar cuando trate de explicarle su equivocación.”
Cuando manejamos nuestra vida desde el ego, perdemos nuestra capacidad de observar y actuar inteligentemente ya que no podemos percibir con claridad lo que nos sucede.
Por eso el primer paso que debemos realizar para despertar de nuestra inconsciencia es identificar las máscaras sociales y la armadura que nos hemos puesto para impresionar a los demás y para defendernos de sus ataques.