Han tratado por todos los medios de vendernos la idea de que al embellecer nuestros cuerpos, podremos ser completamente felices, razón por la cual muchísimas personas invierten tiempo, energía y muchísimo dinero para verse atractivos y jóvenes.
He visto cómo muchísimas mujeres, que al no lograr sentirse bellas porque simplemente no se acoplan a la belleza que los medios de comunicación nos venden, destrozan sus vidas y se convierten en presas de sus propios cuerpos, viven constantemente angustiadas o quizás deprimidas y llegan a hacer cosas que jamás quisieron. Por esta razón, considero que es importante que comencemos a ver la vida de manera diferente. No estoy diciendo que sentirnos bien presentados no sea importante, simplemente quiero que entiendan que eso no es lo único importante, que lo más importante es nuestra belleza interior, cultivar la paz y encontrar el amor en todo lo que hacemos. Cuando entendemos esto, la belleza deja de ser lo más importante en nuestra vida, y comienza simplemente a ser un complemento de nuestro ser.
Para que podamos embellecer nuestro espíritu y ser más felices de lo que hemos sido hasta hoy, es importante incorporar en nuestras vidas un trabajo espiritual profundo, que tenga como ancla nuestro corazón y que podamos esparcir el verdadero amor que hay en él, a todos por igual.
Adicionalmente a esto, debes incluir el servicio amoroso, sin esperar recibir nada a cambio en tu vida diaria, ya que esto será lo que potencializará todo tu trabajo interior y le dará un sentido real a tu vida.
Cuando le das la mano a un ser humano indefenso, que necesita de tu ayuda, en tu cerebro se genera una reacción química en la cual liberas serotonina. Esto quiere decir que, a través del servicio, la velocidad de propagación de la onda en el cerebro aumenta su frecuencia y su intensidad, haciendo que la energía se incremente, y por ende, la depresión disminuya.
El servicio, además de ser una herramienta espiritual que te hace evolucionar, trascender y dejar huella, tiene un gran poder terapéutico y sanador, ya que no sólo ayuda a quien recibe el servicio, sino a quien lo otorga. Está comprobado científicamente que las personas que sirven a los demás sin esperar recibir nada a cambio son mucho más felices que las que no lo hacen.