Todo en el mundo está orquestado perfectamente bien, dentro de un plan divino, y todo lo que vemos es el resultado de lo que pensamos y sentimos.
Muchas personas, a pesar de haber vivido en medio de la miseria, siempre están felices, alegres y sonrientes, disfrutando plenamente de lo que tienen en el momento, sin importarles lo que no tienen. Hoy es el día perfecto para plantearnos un interrogante: ¿Por qué esas personas pueden disfrutar plenamente sus precarias formas de vida? ¿Por qué tienen esa gran capacidad de asombro para gozar con todo y compartir lo poco que poseen, sin aferrarse a nada?
Todas estas personas nos enseñan la importancia de volver a lo básico, lo natural y lo simple, al igual que un niño cuando brinca feliz en un pantano, sin importarle la suciedad.
Debemos aprender a disfrutar no sólo lo que ante nuestros ojos es lindo, limpio y agradable, sino también aquello que es feo, sucio y desagradable, entendiendo que la belleza no está en el exterior, sino en el interior, en la forma de pensar, ver y percibir el mundo.
Regocijémonos diariamente con un atardecer, un nuevo amanecer, la sonrisa de un niño, el abrazo de un amigo, e incluso con aquello que para el resto del mundo es feo y desagradable.
Reflexiona y haz un alto en el camino. Pregúntate por qué algunas personas pueden ser tan felices viviendo en medio de tanta inmundicia, mientras que otras lo tienen absolutamente todo y viven tristes y amargadas, creyendo ser felices y sobreviviendo sin disfrutar a plenitud su vida. ¿Y tú cómo vives?