Veo como, cada vez más familias repiten una y otra vez, el círculo vicioso del maltrato y el abuso. En muchos hogares se ve como el padre o la madre, o ambos, abusando de la autoridad que creen tener sobre sus hijos, los maltratan mental, emocional o físicamente, simplemente porque así fueron criados ellos por sus padres, o por la figura que representaba la cabeza de la familia (padrastro, madrastra, abuelos o tíos), o simplemente porque viven en la inconsciencia, y creen que sus hijos les pertenecen y deben obedecer todas sus exigencias, las cuales están basadas en creencias llenas de miedo.
Nos han hecho creer que la educación entra a golpes, cuando lo único que genera la violencia es más violencia. Una ley natural de la física nos demuestra que lo que logremos doblegar con fuerza y violencia, cuando dejas de aplicarla, aquello que has doblegado, al igual que un resorte, se devuelve.
Hoy, al escuchar la historia y el testimonio real de Yolanda, una de las tantas niñas que han llegado a la calle víctimas del maltrato y el abuso infantil, me lleno de esperanza y alegría, al ver que ella pudo romper el círculo de odio, abuso, maltrato y desprecio, cuando despertó de su inconsciencia, abrió su mente y su corazón, y entendió que sus dos bellas hijas no debían ser criadas a golpes, como le tocó a ella sufrirlos en carne propia, sino que merecían recibir todo su amor y su cariño, por lo que decidió alejarse del padre de sus hijas, quien tenía un comportamiento violento y agresivo con ellas.
La elección consciente y la decisión férrea y amorosa con la que Yolanda actuó, son un ejemplo vivo para todas las madres de Colombia y del mundo, que teniendo hijos, por miedo a perder su supuesta comodidad o por miedo de perder a quien consideran que las ama, se quedan calladas y no actúan cuando los padres, padrastros o familiares, maltratan a sus hijos, convirtiéndose así en cómplices silenciosas y despiadadas. Considero que si Yolanda, quien casi fue asfixiada con una almohada por su propia madre, estando indefensa en su cunita con apenas escasos días de nacida y salvada por su abuela, pudo cambiar el círculo del maltrato, cualquier madre del mundo lo puede hacer.
Comprende que esos golpes fueron fruto de la ignorancia y el miedo con el que fue criado y finalmente perdona, no olvidando lo que sucedió, sino recordando sin dolor, sin resentimiento y sin rencor, podrá liberarse de la culpa y cambiar el patrón y el círculo vicioso que venía de generación en generación, iniciando una vida basada en el respeto y el amor.
Las madres del mundo tienen en sus manos, el poder para cambiar la violencia que hay en sus hogares, lo que podría generar en el mundo una consciencia de paz, pero para que esto pueda suceder, las madres tienen que perdonar lo que sucedió en sus vidas, comprender que lo pasado ya pasó, que es experiencia y sabiduría que les servirá de motivación para no volver a caer en lo mismo y así, enfrentar y vencer al miedo. Cuando comiencen a actuar conscientemente, con voluntad férrea y con fe, pasión y amor podrán enfrentar sus retos y defender sus más preciados tesoros, que son la paz interior y su familia.