Hace tres años, cuando Marcela, la esposa de mi hermano Alberto, llena de ilusiones me contaba su sueño de realizar una obra de teatro con niños de la Fundación Niños de los Andes, de la sede de Manizales, estaba lejos de imaginar que ese sueño se convertiría en realidad tan pronto, y llenaría de tanta felicidad nuestros corazones.
Después de un año de arduo trabajo, finalmente el jueves pasado pudimos estrenar la obra, la cual nos dejó a todo un teatro con más de 1200 personas con lágrimas en los ojos y con el corazón rebosante de alegría. Quien iba a imaginar que esos muchachos que no hace mucho vagaban por la calles sin ilusiones, sin sueños y algunos sin padres, llegarían a convertirse en verdaderos actores de su propia realidad, transmitiendo de manera jocosa, alegre y profunda un mensaje renovador de paz, amor y esperanza a todo el auditorio.
Fue impactante ver como en tan poco tiempo sus vidas se transformaron, se convirtieron en actores serios, que interpretaron magistralmente sus papeles y hoy se encuentran llenos de ilusiones y sueños, porque, no solamente encontraron la manera de expresar sus sentimientos a través del arte, sino que entendieron que con fe, pasión y amor los sueños se convierten en realidad.
Los hijos de la oscuridad, es una obra que nos confirma una vez más que nunca, nunca jamás debemos dejar de soñar, porque en los sueños encontramos la chispa de la vida que nos inspira a volar bien alto.