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21 Noviembre 2016

El camino a la infelicidad es el apego


Un explorador que estaba en la selva quedó atrapado a mitad de camino, debido a un inmenso lago que no le permitía llegar a su destino final. Durante muchos días decidió trabajar construyendo con sus propias manos una barca que le permitiera continuar con su camino. Después de algún tiempo, finalmente, su esfuerzo se vio recompensado al terminar una linda canoa en la que cruzó felizmente el inmenso lago. Al llegar a la otra orilla, pensó: "¿Qué tal que en mi travesía encuentre otro lago y tenga que volver a trabajar arduamente para poderlo cruzar?". Esta pregunta le hizo decidir cargar la canoa en sus hombros y arrastrarla en contra de todos los obstáculos que iban apareciendo durante varios días. Finalmente, cansado y lleno de dolor por tenerla que cargar, pensó que tenía que soltarla y que lo que una vez le había dado tanta alegría y felicidad ahora le estaba creando sufrimiento y desesperación y ya no podía avanzar, por lo que solo le quedaba la opción de soltarla y dejarla abandonada allí, para no morir en aquel lugar y seguir avanzando. Inmediatamente se preguntó: "Pero, ¿cómo abandonarla si me ha hecho tanto bien, si me ha permitido salir de aquella situación tan grave en la que me encontraba? ¿Qué pasará mañana si vuelvo a necesitarla? ¿Qué pasará con mi seguridad, certeza y tranquilidad?". Así es como funciona el apego: colocas en un altar aquello que tu mismo construiste y tu mente se queda atrapada allí, haciendo que soltar eso que imaginaste necesitar sea muy doloroso.

Al apego que para mí es una enfermedad mortal, la causa de todo el sufrimiento humano y el origen de la infelicidad, no se le ha dado la importancia que debe tener, ya que es un virus letal, que empieza a propagarse dentro de tu cuerpo, mente y espíritu, arrasando tu vida y afectando a todas las personas que están a tu alrededor hasta crear un infierno viviente al que nunca quisiste entrar. Él no solo destruye tu cuerpo, tus emociones, tu tranquilidad y tu libertad, sino que destruye tus relaciones personales, tu familia y tu vida, hasta llegar muchas veces a extremos como el suicidio, el homicidio o las grandes adicciones.

 

Siempre he creído que en la educación desde el colegio debería enseñar a liberarse del apego, el miedo y el rencor, que son las pequeñas cenicientas, que llevan a que los niños y adolescentes vivan en una angustia y un sufrimiento constantes, que si no se manejan adecuadamente llevan irremediablemente a todo tipo de adicciones. Es por esto que hoy en día hay grandes problemáticas como el alcoholismo, la drogadicción, el matoneo, el intento de suicidio, los trastornos alimenticios y las adicciones al sexo, a internet, a las redes sociales, a la comida, etc.

 

¿Te has preguntado alguna vez dónde nace el apego? El apego nace cuando crees que sin esa persona o esa cosa a la que estás apegada nunca podrás ser feliz, y al establecer inconscientemente ese vínculo emocional a esa creencia falsa y perversa de que la felicidad, la tranquilidad, la confianza y la libertad dependen de alguien más y no de ti mismo, te desestabilizas emocionalmente. Es allí cuando la programación que te han dado y el miedo arrasan con todos tus principios, quitándote la alegría de vivir y la pasión por la vida, quedando atrapado sin salida. La amenaza que sientes de perder tu fuente de placer es lo que hace que quieras controlar y manipular a lo que está en el exterior y está haciendo que te sientas prisionero.

 ¿Cómo entonces identificar esa fantasía que has creado y cómo hacer para descrearla?

  1. Observa atentamente cuándo nació en ti esa creencia o esa idea de que para ser feliz necesitabas de esa persona o de esa cosa que tienes miedo de perder.
  2. Identifica cuál es el miedo enmascarado sutilmente en esa programación o en esa creencia.
  3. Concéntrate en lo bueno de no tener eso que estás perdiendo, no en lo malo.
  4. Entiende que todo en el mundo cambia y evoluciona. Si entiendes esto y dejas que las cosas fluyan, sin aferrarte al resultado, esa fantasía se pulverizará, porque sabes que tarde o temprano todo cambiará, es decir, dejarás de guardar la esperanza de que todo permanezca igual y no tendrás miedo de perderla.
  5. Crea la no expectativa, la no esperanza.
  6. Aprende a soltar y a perder. Cuando te das cuenta que si sigues inconscientemente aferrado a esa fantasía y entiendes que tu vida será miserable, estarás por primera vez dispuesto a soltar.  Es como si tú vas a un río turbulento y tratas de nadar contra la corriente: por más que te esfuerces, tarde que temprano el río te arrastra. En cambio, cuando nadas con la corriente, no hay desgaste, vences la incertidumbre, que es la que no te deja fluir y te genera tanto miedo y resistencia.