Dar esperando recibir no es dar, es prestar; y cuando prestas tienes un gran riesgo de que no te paguen.
Hace 25 años tuve una experiencia frustrante y dolorosa que me hizo entender que cuando das a los demás sin condiciones, sin expectativas es cuando realmente recibes. De lo contrario, lo que vas a recibir es una gran desilusión.
Tomaticas era una niña que rescaté de una alcantarilla en Bogotá y rápidamente dejó la droga, se volvió una niña dulce, estudiosa y excelente compañera. Yo me sentía el hombre más feliz del mundo de ver cómo ella había salido de las garras del vicio y se había convertido en una niña ejemplar. Era mi niña bonita, consentida y preferida.
Después de 3 años de haber estado en la Fundación Niños de los Andes, conoció al supuesto amor de su vida quien nuevamente la llevó a las drogas, la calle y al mundo de la oscuridad. Al poco tiempo quedó coja por una pelea callejera, y su vida se convirtió nuevamente en un infierno.
Duré buscándola mucho tiempo, hasta que un día me la encontré en la calle del cartucho en un estado tan lamentable, que casi no la reconozco. Quedé totalmente aturdido, no podía creer ni aceptar lo que estaba viendo. Sentí un inmenso dolor, frustración e impotencia al ver que ella quería seguir allí, a pesar de que le ofrecí que se devolviera conmigo. No entendía cómo era posible que ella prefiriera quedarse en aquel inmundo lugar y con lágrimas en mis ojos di la vuelta y me marché, llevando una profunda tristeza y un gran vacío en mi corazón.
Esta lección de la vida me hizo entender que yo no podía esperar nada de nadie. Que la única persona que podía cambiar era ella si elegía correctamente. Entendí que lo único que yo podía hacer, era brindar una mano amiga a quien la quisiera recibir y dar un poquito de luz, amor y paz, mientras estuvieran a mi lado. Desde ese día no volví a condicionar, ni a tener expectativas ni siquiera de mis propios hijos biológicos Esteban y Alejandra.