Hace algunas semanas, cuando venía descendiendo de Monserrate al amanecer, después de mi meditación diaria, me sorprendí al ver en el pasto huellas recientes de sangre que se mezclaban con el rocío. Aquel color rojo encendido llamó fuertemente mi atención, ya que contrastaba con las gotas puras y transparentes del rocío. Inmediatamente pensé que habían atracado a alguien, por lo que decidí seguir las huellas, las cuales me llevaron a ascender nuevamente la montaña.
Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo, ya que a la orilla del camino, me encontré cara a cara con una mujer que se estaba flagelando y torturando y se arrastraba descalza con un rosario ensangrentado en sus manos, tratando de cumplir una promesa que le había hecho a Dios, porque había sanado a su hija de una enfermedad muy grave.
Me quedé compartiendo un tiempo con ella, escuchando y tratando de entender lo que miles de seres humanos han dado por un dogma de fe y creen que es verdad. Ella actuaba guiada por lo que durante toda su vida le habían dicho en su familia, en su religión, en su grupo social acerca de Dios. Ella creía que el sufrimiento y el auto flagelo la acercaban más a Dios y era la única forma de agradecerle a él lo que estaba realizando por su vida.
Este testimonio, que es solamente una muestra de las múltiples razones que nos mueven a actuar, es un ejemplo típico de lo que el hombre, cuando se hace fanático religioso, es capaz de hacer. Cuando el hombre se fanatiza acerca de Dios, se narcotiza, ya que llega a realizar las crueldades y locuras más grandes, al defender un concepto que consideran “verdad”, creyendo que se está cumpliendo la “voluntad de Dios”. Ellos creen tener no solamente la verdad, sino el poder para criticar, juzgar y castigar a quienes no viven de la misma forma en que ellos lo hacen.
No se que conceptos están rigiendo tu vida en tu presente pero, quiero hacerte la siguiente pregunta: ¿Alguna vez te has detenido a pensar con consciencia, si lo que estás haciendo y crees que está bien hecho, en realidad lo está? Si no lo has hecho, tómate un tiempo y reflexiona, porque a lo mejor, tu vida ha sido una farsa; te has colocado una máscara social con la cual andas de un lado para otro, actúas y sigues a la gente, como si no tuvieras cerebro propio, sino el más sofisticado microchip de computador programado, para imitar modelos de comportamiento y lograr el reconocimiento de Dios y de los demás. Entonces: ¿Cómo puedes saber si realmente estás actuando correctamente? Te pregunto: ¿Quién es tu guía? ¿Será la sociedad, la religión, tu grupo social, tu familia, un grupo político? Solo quiero hacerte una pregunta: ¿Quiénes crees que crucificaron a Jesús? ¿Los hombres malos? Aquellos que hoy, tanto tu como tu religión afirman que eran los malos, en aquella época eran los hombres que tenían más poder, prestigio, cultura y reputación. En resumen, eran los buenos. ¿Ves cómo caemos de fácil en la inconsciencia y actuamos sin pensar, guiados por principios políticos, religiosos o sociales que nos manipulan en el miedo y la culpabilidad, para lograr sus propios intereses?
Una vez despiertas de tu inconsciencia, entenderás que era la programación que tenías quien guiaba tu camino; de lo contrario, esto que te estoy diciendo, sonará para ti como una locura.
Por eso desde hoy, comienza a conocerte a ti mismo realmente, y en silencio tómate tu tiempo para analizar las acciones que estás realizando, para que cuando vayas a decidir tomar una nueva elección, ésta provenga realmente de lo que tu corazón siente; solamente cuando escuchas la voz interior que emana de él, encontrarás la verdadera guía divina que te llevará por el camino correcto.
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