En una ocasión me invitaron al circo Negret Hermanos, con más de trescientos niños de la calle. Al terminar la función fui al camerino a agradecer a todos los artistas, cuando de repente vi a un señor con una barrigota destapada tras una pequeña camisa y un traje de luces que me dijo “¿cómo te pareció mi función?”, yo le dije que espectacular, aunque no recordaba claramente su labor. No era el payaso, no era el malabarista, no era el domador, no era el motociclista; no sabía quién era. De un momento a otro y ante mi rostro de confusión, aquel hombre me dijo que él era quien caminaba en la cuerda floja, ante lo que quedé sorprendido, pues yo me imaginaba que para hacer eso se necesitaba por lo menos la mitad del peso que aquel hombre tenía y él me explicó que su trabajo era de tradición familiar, pues sus padres le ponían una cabuyita de un lado a otro de la piscina ubicada al aire libre y en torno a un sol radiante de medio día, y le decían “focaliza, concentra tu mente en un punto fijo, cree que lo vas a lograr y lo lograrás” y entonces comenzaba a caminar y cuando creía que se iba a caer al agua, se caía.
Después lo subieron a un metro, a dos metros, a cinco metros, a diez metros y finalmente, cuando llegó al circo y subió a las alturas para cumplir su primera función, se llenó de un temor que le hizo pensar que no podía pasar la cuerda, al no encontrar en el paisaje el azul del cielo, ni el sol, ni la luz del día, ni el agua, pues la carpa estaba encerrada. Efectivamente, no logró cruzar y se cayó al piso. Por eso, a partir de aquel día entendió que en su mente no debería existir el temor, sino la firme creencia de lograr lo que deseaba.
Donde pones tu mente ahí estará tu corazón. Ten presente que cuando actúas con miedo, atraes sentimientos que te hacen daño y cuando actúas con amor, sólo aparecerá ante ti la felicidad y la paz interior para tu corazón.
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